En la Edad Media las Salinas de Añana florecieron con el mercadeo de la sal, siendo fundada la población en 1126 por Alfonso I y constituyéndose en la villa más antigua de Álava por los fueros otorgados en 1140 por Alfonso VI de Castilla.
Las salinas están abandonadas desde mediados del siglo XX y sus maderas se degradaron rápidamente. Sin embargo recientemente se declaron Monumento histórico y ahora están en proceso de restauración debido a su valor etnográfico y turístico.

El Valle Salado de Añana es una salina de interior que ocupa unos 120.000 m² del fondo de un angosto valle de planta aproximadamente triangular. Se encuentra ubicado en el municipio alavés de Añana en el País Vasco, España. La producción se basa en el aprovechamiento del agua salada de cuatro manantiales que brotan en la parte más alta del valle, desde donde se conduce hasta las eras. Sobre estas plataformas se deja reposar, para que el sol y el viento evaporen el agua y se obtenga la sal. La explotación está documentada desde el siglo IX y tras su rápida decadencia desde mediados del siglo XX, en el año 2000 comenzó un plan director impulsado por la instituciones para lograr su recuperación integral. De este modo, la antigua fábrica de sal se ha convertido en un importante producto turístico y gastronómico, pues desde el año 2010 se ha comenzado a comercializar su sal sin ánimo de lucro.
En 1984 fue declarado Monumento Histórico Nacional y en 1990 Bien de Interés Cultural. En 1998 fue inscrito en la World Heritage Tentative List de la UNESCO y en 2002 fue incluido en el Convenio de Ramsar para la protección de los humedales de importancia internacional.

Durante este ciclo es necesario “revolver” la muera cuando comienza a cuajar. De este modo, se consigue que la cristalización se produzca de manera uniforme y se evita que el producto se adhiera a la superficie de las eras o “rechine”. Una vez que la sal cristaliza, pero antes de que se evapore totalmente el agua, se procede a su recogida. Esta operación se efectúa con ayuda del rodillo, con el que se arrastra la sal desde el perímetro de la era hacia el centro generando un pequeño montón de sal. Una vez allí, se vuelca en cestos, cuyas ranuras facilitan que la sal escurra antes de almacenarla. Este proceso que cada salinero realiza en su granja se llamaba “entrar la sal”, y consiste en introducirla en los terrazos a través de los pequeños huecos o boqueras que hay en las superficies de las eras.
Otro tipo de sal que se comercializa en Salinas de Añana es el Chuzo de sal. Se trata de finas estalactitas que surgen de forma natural por aquellas zonas del valle salado por donde circula la salmuera en altura. Lo que en el pasado se consideraba un error constructivo, ya que se trata de filtraciones no deseadas del agua salada, se ha convertido en la actualidad en un preciado objeto de deseo. Su valor radica en que es un producto escaso y único de una calidad muy elevada. Que es recogido de forma manual uno a uno bajo las estructuras de madera de este insólito paisaje cultural.
En la época de máximo esplendor había en el valle más de cinco mil plataformas de evaporación que, en total, ocupaban una superficie de 95.233 metros cuadrados.